Prólogo

Llevo dos horas esperando, empieza a hacer frío. Deslizo mis manos de arriba a abajo sobre mis brazos para entrar en calor. El vaho sale de mi boca al respirar, nervioso e impaciente. Mis ojos son como dos copas a rebosar; rabia, dolor, frustración, eso significan mis lágrimas, mis latidos. ¿Por qué no viene?, ¿por qué se retrasa tanto? Lo nuestro era demasiado bonito para ser verdad. Desde luego, Drake, eres imbécil. ¿De verdad creíste que alguien te amaba, qué se podían fijar en ti? Todos te odian, chaval, admítelo. Tu pasado está repercutiendo en el presento, y afectará a tu futuro. Las decisiones del ayer cambian el mañana. Y lo sabes, tú te lo has buscado. Eres realmente un capullo.
    Me tumbo en la hierba, fría y húmeda, admirando el cielo que durante gran parte de mi vida, me había relajado, me había ayudado a evadirme de este injusto mundo de mierda, pero no, hoy nada consigue calmarme. Mi corazón late rápido y al segundo se para, me tiemblan las piernas, el labio inferior se mueve solo. Pestañeo varias veces para evitar las lágrimas pero no sirve de nada, al fin caen, reflejando mi angustia. Siento que me asfixio, quiero gritar, salir corriendo. Me siento frágil, indefenso, pequeño, solo. Otra vez me siento solo. Años atrás, la soledad me había amparado, pero en estos momentos, no puedo aguantarla. Intento sonreír para relajarme un poco, mintiéndome, repitiéndome que habría alguna explicación lógica para que se retrasara tanto, pero nada me convence, me pongo siempre en lo peor. Lo más frustrante es que nunca me equivoco. 
 Escucho pasos detrás mía, me incorporo deprisa y me giro pero no hay nada. Sólo vacío, como el vació de mi pecho. Estoy furioso, la ira y el dolor se apoderan de mí, corren por mis venas. Furia. Dolor. Ira. Llanto. Corazón roto. Me levanto de un salto, lleno de rabia, le doy una fuerte patada a la piedra donde días atrás se había sentado ella. Le doy tan fuerte que consigo tirarla por el barranco, haciéndome un gran daño en el pie. Caigo de rodillas en la hierba seca, aprieto los puños y golpeo una y otra vez el suelo, haciéndome polvo los nudillos, que empezaron a sangrar un poco. Empieza a llover, miro al cielo y grito, me desgarro la garganta. Jadeante, contemplo las gotas que caen en mi rostro. Me pongo en pie lentamente, sin fuerzas, como un cuerpo vacío, sin espíritu, sin alma. Camino débil hasta el borde del precipicio, coloco los brazos en cruz y toda mi amarga vida pasa frente a mis ojos, como fotos de una diapositiva, escucho la voz de mi madre contándome un cuento de pequeño, los gritos de mi padre, y por último, aparece la imagen de ella, su cabello castaño, su piel pálida, sus preciosos ojos marrones, su deslumbrante sonrisa...Todo ha perdido sentido, este era un momento clave y ella no ha venido, me ha fallado. Ella también me ha fallado, igual que todos. Era una más, al fin y al cabo, no era tan especial como creí en su momento, como había creído hasta hacía hora y media. Nada merecía ya la pena, ella era la única que le daba un poco de sentido a todo, que me ayudaba a no salirme del buen camino. Ella era toda mi vida, mi mundo, y ya no estaba. No tenía sentido seguir vivo. Me entra el pánico, cierro los ojos, respiro hondo, y me dejo caer al vacío, sintiéndome libre. Pronto no sufriría más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario